Hoy salí a un centro comercial con mi mejor amiga. Hace muchísimo tiempo que no salíamos y disfrutábamos de cosas tan sencillas como hablar de todo y nada, de reírnos de las anécdotas, de todo en general. Creo que me sirvió este día para darme cuenta de muchas cosas. Darme cuenta de que a pesar de que pase el tiempo y que a estas alturas irremediablemente nos alejamos mutuamente seguimos compartiendo esa conexión, que no se rompió durante meses que pasamos sin hablarnos ni vernos.
Sin embargo, eso no fue lo que me llevó a llegar a escribir esto.
Nos metimos a una tienda que vendía música y libros varios. Obvio, ambas fanáticas de la buena lectura nos decantamos por la última opción. Estuvimos como una hora allí... me sacó de la tienda para ir a buscar lo que teníamos que buscar. Pero fracasamos cuando pasamos al lado de una librería, hasta podía sentir el aroma de las hojas de los libros emergiendo, llamando.
Ninguna pudo resistirse y allí, mientras acariciaba las portadas de los libros, buscando algo interesante. Sentí algo extraño en mí, sentí que algo estaba mal. Pensé seriamente que no podía ser posible que yo estuviese estudiando medicina, después ni siquiera podría leer y escribir continuamente. Pero luego me dije: para eso existen las vacaciones y tampoco soy tan buena escribiendo. Es un hobbie.
Ya cuando iba en la micro, sola, mi corazón calmó mi inquietud. Si realmente no quisiera ayudar a la gente, nunca habría entrado a medicina. Y siempre puedo escribir en mi querido blog cuando me sienta sobrepasada y darme un respiro.
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