"Para escribir solo hacen falta dos cosas: tener algo que decir y decirlo" - Oscar Wilde

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Everybody deserves to be happy

La traducción literal de Google Traductor de mi título es: Todo el mundo merece ser feliz.

La última idea genial que se me ocurrió -yo creo que es genial al menos- es la de empezar a anotar cada día de mi vida algo positivo que rescatar. Un sonrisa, un evento feliz, el hecho de recordar algo particularmente chistoso, una anécdota, un encuentro, cosas agradables.

Comencé este proyecto hace ya varias semanas, y se lo he comentado a varias personas, tratando de impulsar un poco de felicidad en las personas que aprecio y que quiero. Claramente, dudo que todos hayan seguido mi ejemplo, incluso a mí se me olvida a veces.

Sin embargo, todo esto nace de algún lado... No sé realmente de dónde. Trato de enfocar mis energías en preocuparme de ser feliz, pero a veces, incluso con mi libretita de la felicidad se me olvida. No estoy diciendo ser infeliz, puedo afirmar que soy una persona feliz, que estoy contenta con lo que estoy haciendo, que estoy feliz y satisfecha conmigo misma. Pero eso no deja que yo no me agobie por otras cosas y se me olvide por qué comencé inicialmente esto, o que se me olvide rescatar algo positivo de mi día. Porque a veces lo que nos agobia es más fuerte que recordar que tenemos que recordar ser felices. Oh, sí, muy redundante. 

Entonces, me parece adecuado tratar de analizar por qué empecé esto. Realmente no lo sé. Ya llevaba un buen tiempo con la actitud de "no me importa lo que piense el resto, pero tengo que ser feliz" Puede que haya sido cerca de la fecha de mi cumpleaños en mayo, que hubo gente ahí que me hizo feliz, que hubieron cosas que alegraron mi día. O incluso puede haber sido ese día negro -que estuvo a punto de arruinar mi misión de mantenerme contenta, feliz- donde pude rescatar lo bueno de ese día y que graciosamente hizo que al día siguiente alguien me felicitara por mi positivismo (es agradable que te feliciten por tener una postura positiva, pero sería mucho mejor si eso fuese algo que todos encontrasen natural)

Sin embargo, recuerdo muy bien lo que gatilló que decidiera hacer esto de anotar las cosas felices. Y como quiero recordarlo siempre, debo anotarlo, porque la memoria es frágil. Incluyendo a alguien que tiene una memoria tan privilegiada como la mía y lo digo a riesgo de sonar prepotente, porque de verdad tengo buena memoria.

Yo iba en la micro camino a coro. La señora que inicialmente iba a mi lado se bajó y luego se sentó una mujer con su hijo. Un niño pequeño, pequeñísimo. Un bebé. Siempre me han gustado los bebés. Era un bebé hermoso. Después me di cuenta que él era un niño con síndrome de Down. Y considerando que yo he tenido contacto con un síndrome de Down prácticamente toda mi vida (creo que él incluso tiene fotos conmigo cuando yo era una recién nacida), para mí ellos no son algo lejano. Son como mi familia. Me recuerdan a mi familia y a todas las cosas duras que las generaciones pasadas tuvieron que vivir antes de que yo pudiese estar aquí, sintiéndome así. 

Así que retomando el hilo, era un bebé hermoso y era síndrome de Down. Era un niño especial. Pero no dejaba de ser un niño. Hizo sus maldades tiernas. Esas que la gente celebra, pero que la madre trata de educar para que no las repita. Él enganchó su piececito entre el espacio de la barra y el vidrio que había justo frente a nosotros y se sacó el zapato. Él reía mientras la madre lo regañaba con cariño "no vuelvas a hacer eso" "no te saques los zapatos". 

Él era un pequeño juguetón, intentó botar las hojas que llevaba en mi regazo que alcancé a sujetar antes de que volaran por la micro. A él le causaba curiosidad mi teléfono. Intentó tocarlo. No sé por qué lo alejé de él y lo resguardé. 

Él me conquistó. La madre me dijo que tenía 4 años. Parecía de dos.

Me empezó a pedir algo. "Doki" decía. Su mamá me explicó que eran unos monitos y que siempre hacía lo mismo. Conquistar a la gente y luego pedir que les muestre los videos de sus monitos en los teléfonos. Él empezó a abrir mi mochila para sacar el mío. Yo me reí y cerré la mochila. Luego entramos al túnel y él se aterrorizó. Y se mecía. Y nadie reclamó porque él era un bebé especial.

Me tuve que bajar muy pronto después de eso. Pero lo recordé siempre y daba vueltas en mi cabeza. Llegué a mi casa risueña y tranquila. Entonces empecé a anotar las cosas que me hacían feliz y anoté lo que me había pasado ese día. Desde entonces anoto cada cosa que me ha hecho feliz, o cada vez que he recordado algo de algún tiempo pasado y que me hizo sonreír.

Hice prácticamente mi lema esa canción de Alex Ubago que me gusta tanto: "Alguien dijo un día una indudable verdad, olvidamos las pequeñas alegrías por lograr la gran felicidad"

Eso es lo que quiero conseguir. Que la gente sea capaz de no encontrar algo raro que se pueda rescatar algo positivo del día más negro. Que sean capaces de hacerlo con naturalidad. Que sean capaces de reconocer todos esos pequeños detalles que harán que a la larga, al final de este extenso o corto camino que tenemos que recorrer, nos hagan darnos cuenta que "Sí, en esta vida fui feliz".

Porque todos merecen ser feliz. El problema es cuando algunos lo hacen a costa de la felicidad de otros.




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