"Para escribir solo hacen falta dos cosas: tener algo que decir y decirlo" - Oscar Wilde

domingo, 7 de septiembre de 2014

Carta al perrito que caminó y caminó hasta encontrar una familia que lo amó

Mowie, Mowito:


Todavía recuerdo esa mañana de invierno cuando me levanté temprano, antes que cualquiera de mis hermanos y vi a ese perrito tímido debajo de la mesa del comedor, que se escondió de mí. Fui emocionada a la pieza de mis papás porque había un perrito en la casa.

Cuando llegaste a nuestras vidas

Ellos decidieron que te nombraríamos Mowie porque te parecías a esos monitos de Star Wars (que en verdad se llaman Ewoks y por alguna razón, todos pensamos que Mowie era el nombre), tal vez no era justo el nombre que “debería” haber sido, pero te calzaba. Y tú eras nuestro único y grande Mowie.

Llegaste de forma sorpresiva, pero eras esperado. Eras nuestro consuelo después de perder a nuestra gatita de una forma un poco trágica. Nuestro nuevo bebé, nuestro nuevo amigo fiel para jugar.

Agradezco el día que decidiste seguir a nuestro tío que te llevó a nuestra casa, porque sabían que mis papás nos estaban buscando un perrito.

Recuerdo cuando jugaba contigo a “entrenarte” a saltar. Estaba esa muralla que me llegaba como un poco más arriba de la cintura y que yo gritaba “¡salta, salta!” y tú saltabas, y yo contaba cuántas veces lo hacías seguido.

Recuerdo cuando nos cambiamos de casa y fue la primera vez que te sacamos a pasear realmente con correa, pero te sentabas y no querías avanzar. Creíamos que era porque pensabas que te íbamos a dejar botado, ¿pero cómo hacerlo?.

Cuando te cortábamos el pelo así te asustabas de ti mismo, bebé, porque no te reconocías.

En la nueva casa, recuerdo que encontré un nuevo juego para ti, lanzarte peluches. Y tú ibas, los mordías y movías la cabeza con locura y yo me reía. Los tirabas al cielo y los atajabas. Eras tan juguetón.

Recuerdo que saltabas la muralla de la casa y te escapabas. Que salías por la ventana del segundo piso y te tirabas kamikazemente del techo (y los vecinos estaban impresionados contigo). Pero siempre, siempre nos esperabas afuera para volver a entrar.

Recuerdo cuando llevamos al Félix (nuestro Garfield personal), yo lo llevaba en mis brazos y dije: Los presento. Y él te mandó un arañazo y te asustaste.

Al principio se llevaban como lo que eran: como perro y gato. Y después de sus varias peleas se convirtieron en los mejores amigos. Nunca había visto animales que se quisieran más que ustedes dos. Eran partners. Jugaban un poco violentamente, sí, porque tú metías su cabeza en tu boca y lo mandabas como un kilómetro más allá, y el Félix se te tiraba a las patas. Pero jugaban tanto. Y entonces, el Félix, nuestro ladronzuelo, murió. Y pareció que un poquito de tu energía se fue con él.

Años después, con más animales, fuiste un poco desplazado, pero nunca menos querido. Y cuando llegó el Kerchac te quitaron tu trono completamente. Y después fue el terremoto y como que envejeciste de un día para otro. 

Mi pobre Mowito. Te quiero tanto. No esperaba que te fueras así tan de improviso. Estabas viejito, tenías 12 años ya con nosotros.


Gracias por ser un amigo tan fiel. Gracias por aceptar mis juegos locos. Gracias por ser un gran consolador, porque siempre captabas mi tristeza y te acostabas conmigo cuando yo estaba llorando (Ahora lloro por ti y no estás).

Gracias por llegar a nuestras vidas.

Me imagino que ahora estás jugando con tu amigo Félix de nuevo.


Espero que hayas encontrado en nosotros lo que estabas buscando: amor. 

Adiós, amigo fiel, nos vemos al final del arcoiris.

Mowie
2002 - 05.09.2014