"Para escribir solo hacen falta dos cosas: tener algo que decir y decirlo" - Oscar Wilde

martes, 7 de mayo de 2013

00:13

Desde que soy capaz de mantenerme despierta después de las 12 de la noche, hemos tomado como una especie de tradición que mis papás me saluden en el momento exacto en el que cumplo años. Es decir, a la hora que nací: 00:13, del 8 de mayo.

La primera vez que me saludaron a esa hora (o que yo recuerde al menos), estábamos solamente los 3 despiertos. Por alguna razón yo estaba sumamente contenta por algo y terminé subida arriba de un piso, diciéndole a mi papá que era más alta que él. Justo en ese momento dio la hora (aunque en ese momento yo no lo sabía) y mi papá me abrazó de las piernas para impedir que me bajara y mi mamá salió por la puerta de la cocina con una torta con velitas encendidas. No tengo la remota idea de cuántos años habré cumplido aquella vez, no lo recuerdo. Pero sí recuerdo el momento y sé que fue genial, especial.

De alguna forma, a medida de que ha pasado el tiempo, mis cumpleaños se han convertido en algo más que solo la "conmemoración" del día en el que nací. Siempre es uno de los días más felices de mi vida, no me puedo quejar, he tenido la mejor de las suertes.

Otra vez, mis papás tuvieron una actividad el 7 de mayo, por lo que no iban a estar conmigo a la hora. Sin embargo, ellos me llamaron por teléfono (yo estaba a punto de quedarme dormida) y, no sé cómo, hicieron que todos los que estaban en esa actividad/fiesta del movimiento me cantasen cumpleaños feliz a través del teléfono. 

Además, hay otra cosa que hace que mi cumpleaños sea tan especial: siempre cae la misma semana que el día de la madre. E incluso, de vez en cuando, son exactamente el mismo día. Y el primero que recuerdo (día de la madre + mi cumpleaños), habíamos ido al mall para celebrar, y en algún momento con mi mamá nos separamos del resto y nos fuimos al Coppelia a tomarnos una copa de helado. Nuestra celebración privada entre madre e hija. 

Y con mi mamá siempre hemos sido muy unidas. Por eso, el año que cumplí 18 años (edad que, a diferencia de muchas personas que conozco, esperaba con los brazos abiertos) le pedí que celebrásemoscon un tequilazo y ella aceptó. Así que a las 00:13 me tomé el primer shot de tequila (con limón y sal, ojo) de mi vida. Obviamente, no seré tan hipócrita para decir que nunca en mi vida antes había probado el alcohol, o el tequila (margarita, jiji). Pero ese realmente fue mi primer shot de tequila.

El año pasado... no recuerdo que haya tenido algo memorable justo a las 00:13 (lo más probable es que nada realmente porque al día siguiente me levanté temprano a hacerme exámenes de sangre), pero sí sé que esa fue una de las mejores semanas de mi vida. Y ese día, fue genial. Tuve una noticia de mi economía muy buena para mí, así que cuando llegué a la U me sentía millonaria (aunque ese dinero prácticamente se esfumó, igual). Y más tarde, estábamos en el hospital, hablando por primera vez con unos pacientes y, de alguna forma, salió el tema de que estaba de cumpleaños ese día. ¡Y me cantaron todos los de la pieza!. Fue hermoso. En serio. Y después, durante la semana, mis amigos se encargaron de que mis días siguieran siendo felices, sobre todo con esa hermosa sorpresa que me hicieron. Nunca me había sentido tan querida antes, como aquella vez que se esmeraron en sorprenderme.

Oh, y como para estar a tono con todas las cosas que pasan en mi vida... El otro día relacioné mi hora de nacimiento con el número favorito de mi cantante favorita, Taylor Swift. ¡Síp! Su número favorito es 13. Me dio bastante risa eso, es como si yo hubiese estado destinada a ser su fan o algo, aunque me haya demorado mucho en darme cuenta de eso.

Y ahora, hoy... estando tan cerca de las 00:13, puedo decir que mi día ha ido mejorando exponencialmente. 
Por si nadie lo sabía, yo estaba bastante preocupada con la cantidad de tiempo libre que tengo. Y también, estaba muy preocupada por no conseguir trabajo, y ayer me llamaron a una entrevista para hoy. Y adivinen qué ¡lo tengo!.

Así que puedo decir, definitivamente que Mayo es mi mes, las 00:13 es mi hora, el 8 de mayo es mi día.

21 años, ¡bienvenidos sean!


sábado, 4 de mayo de 2013

Ugh.

Ando tan... susceptible, últimamente.
Soy incapaz de mantener todas mis emociones bajo control. 
Como le dije a alguien hace poco, soy un remolino de emociones.

Puedo estar feliz un segundo y al siguiente estar enojándome por alguna tontería o quizá algo no tan tonto. Depende del contexto. 

Obviamente, pasar tanto tiempo conmigo misma está pasándome la cuenta. Sin embargo, yo creo que toda mi irritabilidad va más con todas las preocupaciones que ocupan mi mente que la soledad que estoy pasando. Bueno, eso igual influye su tanto. Si tuviese cosas qué hacer, probablente tendría menos cosas de las que preocuparme. 

Supongo que estoy en esos momentos en los que me gustaría que la gente se diese cuenta de mis estados anímicos sin que yo se los estuviese explicando personalmente, me carga hablar de mí. Aunque eso suene como ironía, considerando que lo estoy escribiendo en un blog público. Pero con todo lo público que es, sé que hay muy pocas personas leyendo esto. O sólo una.

Es difícil lo que quiero. Más que mal, mi mente es tan compleja a veces que ni yo misma me entiendo. Hay muchas cosas que me gustaría que se cumpliesen. Pero quiero que esas cosas pasen porque a las personas que quiero voluntariamente se les ocurra. Que nazca de ellos. 

Es mucho pedir, porque siento que cada vez más nos preocupamos de las cosas que nos preocupan solo a nosotros y no al resto. 

Así que aquí estoy, a cuatro días de mi cumpleaños, esperando que la gente se acuerde por sí misma. Que algunos hagan detalles, lo que sea. Y a la vez, no espero nada. Una mezcla extraña entre esperanza y resignación.

Me sorprende mi capacidad de decir cosas, sin decir nada a la vez. Si alguien comprendió a lo que realmente quería llegar, lo felicito.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Dar hasta que duela

No es que yo sea solidaria, probablemente soy una de las personas más egoístas en este mundo. O tal vez no, quizá hay gente peor que yo. No lo sé. 

No quiero hablar sobre lo buena persona que soy (que no es así) ni si soy solidaria (ya aclaré ese punto).

Es sobre lo que doy. 

Yo doy... cariño. Sip. 

No soy mezquina cuando de amor se trata. Creo que debo ser una de las personas más apasionadas para querer a alguien (y con apasionada me refiero a que soy muy dedicada, nada más), aunque siento que muchas debes se lo he dado a las personas incorrectas en tiempos incorrectos. No digo que las personas a las que les ofrecí mi cariño tan fehacientemente no se lo merezcan, si no que probablemente fue un mal momento para mí para hacerlo. 

La primera persona es... especial. Siempre supe que era de esas personas que realmente no demuestran su cariño. Recién hoy somos capaces de saludarnos de besos y abrazos, y nos conocemos hace bastante tiempo. Recuerdo como era yo siempre la que llamaba, la que buscaba, la que visitaba. Hasta que un día toda esa dedicación me agotó y la abandoné. Así de simple. Ya no llamo. Nunca. Nuestra relación se retomó básicamente porque... inevitablemente igual teníamos un lazo profundo y porque esa persona me buscó. ¡Aleluya!. Pero para mí ya no es lo de antes. Ya no soy la que da absurdamente demasiado, creo que ahora soy más mezquina. Supongo que es una forma de resguardarme. Es agotador querer mucho a alguien y que por más esfuerzos que hagas, no veas que sea recíproco o que muestren el mismo interés por ti. 

Con la segunda persona, fue casi lo mismo. Bueno, no. No puedo igualarlas. Nuestra relación se formó en muy poco tiempo. Y fue solo un par de años de que llamé, busqué y visité. Fue más rápido. E igual de poderoso. Tal vez más, porque siento que somos más cercanas por otras razones. Por lo menos, ya no dedico tanto tiempo.

Y la tercera persona... la conozco de toda mi vida. Y creo que quizá sea la persona a la que más le dedico tiempo y atención. Tal vez nunca deje de hacerlo. Y probablemente es la que más tiene capacidad de hacerme daño, por ahora.

Todo esto va con la intención de... explicar cuan desgastante es dedicarle tu atención a las personas que quieres demasiado. Quizá obsesivamente, quizá poco-correspondido. Yo soy así. Cuando una persona me interesa, soy atenta y le busco... hasta que siento que no puedo más. Que yo también quiero un poco de lo que dedico de regreso. 

Y no digo nombres, porque tampoco quiero que sepan quién es quién, aunque probablemente si lo leen lo descubran por sí mismas.Y son más personas que estas tres, pero las demás simplemente dejaron de ser relevantes en mi vida.

También escribo esto porque me doy cuenta de que todo el tiempo dedicado a esas personas, lo desperdicié en otras que lo merecían más. Al menos en ese momento.

Prácticamente con cada persona a la que yo le dedicaba tiempo, había alguien que me daba ese cariño que yo quería, pero de una forma distinta y que yo no lo veía. Tampoco es que fuese algo enfermizo o notorio. Yo era una persona normal por lo general. Lo único distinto era el tiempo y atención que le daba a las personas. 

No me arrepiento, porque supongo que era algo que tenía que aprender.

La amistad y el amor son como una planta, si no la riegas se marchita. 

Yo soy el sol.