"Para escribir solo hacen falta dos cosas: tener algo que decir y decirlo" - Oscar Wilde

domingo, 9 de octubre de 2011

Vox pópuli

Tuve que aprender a base de costalazos que cuando dices las cosas sin pensar puedes herir a alguien. Como todos, cometo errores en esta vida y me arrepiento. Sin embargo, no sé si por estupidez, orgullo o timidez es que después no me atrevo a pedir disculpas… y al final, ya pasó la vieja (como se dice popularmente).
Lo descubrí porque lo he comprobado en carne propia. A veces, las personas dicen cosas que te hieren sin saberlo. Y así mismo como no soy capaz de yo pedir perdón por alguna estupidez que yo dije, soy incapaz de decirle a esa persona que lo que dijo me dañó. Así que es un círculo vicioso. Yo hiero a alguien y alguien me hiere a mí. Es como que el “karma” me la devuelve.
Pero me he sentido tan como la mierda últimamente que estoy tratando de ser cuidadosa con lo que digo, porque pareciera que ahí, justo cuando digo algo imbécil hay alguien atento dispuesto a reprocharme que lo que dije está mal y yo me siento peor, porque todo es tan rápido, tan efímero que ni siquiera puedo alcanzar a pedir disculpas, porque a veces de verdad quiero hacerlo, pero me interrumpen tan rápido que ni siquiera puedo hablar.
De hecho, hace un par de días yo estaba contando una historia muy emocionadamente y de repente, llega otra persona y mi tema queda en el olvido. Y ¿saben qué? Me dolió. No porque yo quiera llamar la atención, sino porque eso me hace darme cuenta que en realidad nadie está interesado en lo que me pasa, en mis historias, en mis dilemas, en mi vida. Ahí caigo en el hecho de “tal vez sí quiera llamar la atención”, pero no lo hago en lo absoluto, porque “nadie me pesca”.
Estuve tan sensible y apenada por la vida que cuando alguien mostró el mínimo interés por mí quise puro echarme a llorar desconsoladamente en sus brazos. Pero me retuve y me alejé, aunque por dentro lo único que quería era gritar que NO, no estaba nada de bien.
Lo peor de todo, es que cada vez que escribo algo así, son puras indirectas para el mundo, para la gente que me conoce, como diciendo a vox populi: ¡Hola, yuju, estoy aquí!
Y, típico, nadie lee esto.

lunes, 3 de octubre de 2011

Soledad.

Soledad es mi segundo nombre, y no es chiste, de verdad lo es.

A veces es tan innevitable sentirse de una manera tan extraña, como que no eres parte de nada ni de nadie. Que no perteneces realmente al lugar en donde estás, pero no porque esté haciendo algo que no me guste, sino que simplemente no me siento bien.

Es un poco irónico, porque mientras escribo esto todos están haciendo algo distinto, inmersos en mundo tan diferente a lo que siento. Hay pequeños detalles que pueden destruir o hacer feliz a una persona. Supongo que soy demasiado social, demasiado de piel y que extraño que existan personas que sean capaces de leer en mis ojos como me estoy sintiendo. Aunque tengo la ligera sospecha que nadie puede comprender la complejidad ni se sus propios pensamientos... menos de los míos.

Me autodestruyo. Me ahogo. Me siento sola.

Quisiera que alguien me escuchase. Pero me cuesta tanto encontrar a la persona adecuada para decirle como me siento.

Me siento egoísta y envidiosa, porque necesito llamar la atención como lo hacen otras personas, pero no lo logro. Yo no soy lo suficientemente interesante para el mundo, como el mundo lo es para mí. Creo que siempre quiero dar mucho de mí y cuando lo intento tanto y tan duro, me entristece que las cosas no sean recíprocas.

Así que eso... supongo que a veces mi nombre pesa.