"Para escribir solo hacen falta dos cosas: tener algo que decir y decirlo" - Oscar Wilde

viernes, 29 de julio de 2011

And then... they just go.

Llegado el momento todos nos preguntamos por qué. Y no hay respuesta. Uno nunca sabe por qué aquella persona tuvo que irse, por qué ahora está tan lejos, por qué dejó ese rastro de dolor por su pérdida detrás.

Supongo que el dolor es algo necesario, es algo que nos hace sentir humanos, sentirnos vivos.
Aún cuando cierro mis ojos y pienso mucho en ello recuerdo vívidamente esa particular escena de ese día tan triste. De cómo me aferré a los primeros brazos que estaban cerca, de cómo yo grité desoladamente: ¿por qué?.

Jamás le juzgué a Dios su decisión. Era lo que tenía que pasar. Era lo que estábamos esperando. Era lo mejor. Pero ésa vez... esa sensación fue la más horrible que he sentido en mi vida, hasta ahora. Si algo que duele horrorosamente, y está lamentablemente comprobado por mí, es ver como tu madre -aquella mujer que te dio la vida, que te ama incondicionalmente- sufre de esa manera.

Fue horrendo, imaginarse en cómo sería perderla... porque ella había perdido a su madre y lo peor de todo es que, porque la ley de la vida es así, aún le quedaba otra madre por perder.
Recuerdo como ahogada en llanto y tratando de serenarme lo más posible llegué a su lado, porque me dije que ella necesitaba de nuestro apoyo.

La escenas pasan, el terror, el dolor, la pena...

Necesitaba tanto a alguien en ese momento... a alguien equilibrado que me dijera que todo iba a estar bien, que no me preocupase o que al menos me abrazara y me dejara llorar en su hombro hasta que se me agotasen las lágrimas.

Pero ya todo ha pasado. Y todo está simplemente bien.

Es la ley de la vida. Es algo que tenemos que aceptar:
Ellos cierran sus ojos y sólo... se van.

Yo sé que al principio duele, pero al final el consuelo está en que sabemos que están en un lugar mejor. Y que al final del camino, estaremos todos juntos de nuevo.