Es ovbio que esté va dedica a ti, mi mejor amiga.
No es la primera vez y seguramente ni te enteras de mis capítulos dedicados a ti en este espacio, pero al menos yo cumplo con hacerlo.
La verdad es que el título lo dice todo, porque te extraño y más.
Añoro todos esos momentos de nuestra pre-adolescencia (esa que llaman pubertad), cuando íbamos juntas al colegio y estábamos desde las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde todo el día juntas, inseparables. Excepto esos extraños días que una de las dos se enfermaba y por supuesto siempre te llamaba para saber qué te había pasado. Tu colón te impedía levantarte, casi lo adivinaba las veces que faltaste, porque tú nunca faltabas. Pero no importaba si una faltaba siempre hablábamos por teléfono después del colegio y siempre nos retaban por hablar demás.
Añoro mucho más esos días en que vivíamos en la casa de la otra. Cuando simulé ser la matrona de un embarazo para nada consentido por ti, donde tu vientre era un globo y unos minutos después de laborioso trabajo nació una muñeca a la cual le puse el nombre de Javiera, era tu hija con tú sabes quién y yo era la madrina. Éramos absolutamente felices y ridículas. Vivíamos en nuestro mundo color de rosa.
Recuerdo especialmente un día que estaba lloviendo y yo llegué a tu casa con mi súper abrigo de matrix. Feliz cumpleaños. Sí, creo que fue el mejor cumpleaños de ambas. Te regalé un chocolate. Sanhe Nuss.. son casi tus favoritos.
Recuerdo un fin de semana lluvioso en que estuvimos muchos días en pijama en tu casa y nos levantamos para ir a comprar papas fritas, cuyo local ahora está cerrado.
Han pasado tantas cosas... Ha pasado tanto tiempo...
Más personas en nuestras vidas, más responsabilidades sobre nuestras espaldas...
Sin embargo, aquí estamos dando la batalla, por seguir siendo las mejores amigas.
Te quiero, idiota.